Empecemos por el principio. Cuando hablamos de “competencia” estamos hablando de aquellas marcas que operan en el mismo mercado o sector. Y podemos clasificarlas en dos: competencia directa y competencia indirecta.
Por un lado, la competencia directa se da entre marcas que ofrecen los mismos productos o servicios para satisfacer las mismas necesidades. Estas marcas trabajan para captar la atención y la fidelidad de los mismos clientes. Lo que venden suele ser bastante similar y, en este caso, los clientes generalmente eligen teniendo en cuenta el precio, la calidad, la reputación de la marca, etc.
En cuanto a la competencia indirecta, estamos hablando de marcas que ofrecen productos diferentes pero que satisfacen las mismas necesidades de diferente forma, compitiendo por los mismos clientes. Si bien los productos no son iguales, sirven para sustituir uno por otro.
¿Cómo podemos identificar a nuestra competencia? Podemos empezar realizando una investigación de mercado (pasen por el feed que hay post de esto) para saber quienes son los jugadores a los que nos enfrentamos. Luego, debemos saber qué vende cada uno (productos similares o sustitutos). A su vez, debemos realizar un análisis interno de la marca para conocer cuáles son nuestras fortalezas y oportunidades en función a la competencia para explotarlas y tener un factor que nos diferencia y también conocer nuestras debilidades para tratar de corregirlas y minimizar la posibilidad de que nuestros clientes elijan otras marcas.
¿Por qué es importante conocer a nuestra competencia? Porque ellos también están haciendo todo su esfuerzo para llegar al mismo cliente ideal que el nuestro. Y porque, saber con quién nos enfrentamos, nos va a ayudar a armar nuestras estrategias de una forma más eficiente y así optimizar recursos.